Continuamos cumpliendo etapas del prologo al viaje. Llegamos a la capital desde las provincias en autobús, haciendo cálculos con las maletas. Recuerdo, por si no lo he dicho antes, que llevamos tres mochilas y una maleta con ruedas, y que las cosas están así, 23 kg/1 bulto por persona en facturación, y una maleta de mano por persona. Con esa carga llegamos a la capital, a sabiendas que antes de montar en el avión tendremos que hacer trasvase de contenidos entre maleta y maleta para que los números cuadren. Por la mañana teníamos que ir a la Embajada de Venezuela. Hay que decir que, tanto desde allí como aquí, han sido todo gentileza y resolución. Y es que mañana tendremos los pasaportes visados, y justo a tiempo.
El día de hoy nos ha llamado la atención algo. Eran sobre las nueve cuando nos dirigíamos a la embajada localizada en el centro financiero de Madrid. En el centro de megalómanos nacionales, entre las grandes avenidas, arterias automovilísticas, rascacielos acristalados y brillantes, edificios inteligentes y vigilados que no invitan a la visita, divisamos una pequeña figura en bronce, apenas elevada sobre el suelo, en una plaza ceñida de losas pétreas, cuya silueta no dejaba lugar a dudas de a quien representaba. Se apoyaba en un bastón, todo delgadez, envuelto en una tela a modo de toga corta hasta las rodillas, y parecía caminar por otro lugar muy distinto. No desde luego, dejando atrás el edificio "Europa Center", no junto al "Palacio de Congresos", seguro que no dejando a su espalda las alturas de la "Torre Picasso", y desde luego, sin abrigar la intención de ver el Bernabeu o visitarlo.
¡Era Gandhi!. La figura de un hombre muy pequeño de corazón enorme. Y alguien, no se si con la intención de inspirar a los grandes directivos de las grandes empresas, o simplemente, consecuencia de cierta confusión o desconocimiento, lo había plantado allí, en un espacio a medio camino de ninguna parte.
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