lunes, 3 de febrero de 2014

la buseta

La terminal de autobuses de Guanare parecía un mercado, busetas de todos los colores, tuneadas al gusto, con alusiones religiosas, o revolucionarias, puestos de tostones y arepas, un chico vendiendo pan, otro agua, y los viajeros apresurados, cruzándose con los voceros que anuncian la salida y ofrecen los últimos asientos. !Barinas para salir!, ¡Aricagua!, ¡dos asientos!,... Un ritmo frenético de gentío por todas partes. De pronto un vocero que anuncia a Guanarito. Por allá, por allá. ¡Y qué colorida la buseta de Guanarito!, esa que nos trajo el día de nuestra llegada desde Guanare, con puertas y ventanas abiertas a toda velocidad, y con la música llanera de cuatro y joropos a todo volumen. La amplitud de esos amortiguadores que repiten el son de la carretera, que de cada bache hacen cuatro que sube y baja. Póngase un ritmo de son, la voz de Celia Cruz y la orquesta matancera con su coro de trompetas, acompañada por todos sus avíos, que dice así: Caballeros, cómo está el mundo, no se puede viajar tranquilo. Si no quiere morir de un susto, no se monte en un autobús. Empieza el mambo le dije abuelo, empieza el mambo del conductor, la gente quiere agarrar parejo y te convierten en un tambor... ¡Ay! que me voy a desmallar. Le cambias el Guagua por la buseta y ya estás cruzando las extensiones venezolanas que se ensanchan hacia todos lados desde la ventanilla abierta: pastos salpicados de mangos, samanes y tecas. Todo tiene sus ventajas e inconvenientes, o no hay nada que no tenga, como poco, un algo incompleto o parcheado. Si elijes entre los asientos, todos algo más estrechos que una espalda normal, siempre puedes encontrarte con el respaldar, que no estando soldado, se vence en cuanto te recuestas, y si elijes la cola, entonces, pues tendrás que arreglarte entre cinco, un rato uno recostado y otro sobre los codos del asiento de adelante. Mientras, sube y baja, un poco por la izquierda, un poco por la derecha, la ventolera con su cha, cha, cha en las orejas, y la música entreverada con ella. Y los últimos que llegaron, los que se montaron empezado el trayecto, mientras la buseta hacía de coche escoba, esos en pie mientras nadie se baja. ¡Ay!, que me voy a desmallar.



 

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