La
terminal de autobuses de Guanare parecía un mercado, busetas
de todos los colores, tuneadas al gusto, con alusiones religiosas, o
revolucionarias, puestos de tostones y arepas, un chico vendiendo
pan, otro agua, y los
viajeros apresurados, cruzándose con
los voceros que anuncian
la salida y ofrecen
los últimos asientos. !Barinas para
salir!, ¡Aricagua!, ¡dos
asientos!,... Un ritmo frenético de gentío por todas partes. De
pronto un vocero que anuncia a Guanarito. Por allá, por allá. ¡Y
qué colorida la buseta de Guanarito!, esa que nos trajo el día
de nuestra llegada desde Guanare, con puertas y ventanas abiertas a
toda velocidad, y con la música llanera de cuatro y joropos a todo
volumen. La amplitud de esos amortiguadores que repiten el son de la
carretera, que de cada bache hacen cuatro que sube y baja. Póngase
un ritmo de son, la voz de Celia Cruz y la orquesta matancera con su
coro de trompetas, acompañada por todos sus avíos, que dice así:
Caballeros, cómo está el mundo, no se puede viajar tranquilo. Si
no quiere morir de un susto, no se monte en un autobús. Empieza el
mambo le dije abuelo, empieza el mambo del conductor, la gente quiere
agarrar parejo y te convierten en un tambor... ¡Ay! que me voy a
desmallar. Le cambias el Guagua
por la buseta y ya estás cruzando las extensiones venezolanas que se
ensanchan hacia todos lados desde la ventanilla abierta: pastos
salpicados de mangos, samanes y
tecas. Todo tiene sus ventajas e inconvenientes, o no hay nada que no
tenga, como poco, un algo incompleto o parcheado. Si elijes entre los
asientos, todos algo más estrechos que una espalda normal, siempre
puedes encontrarte con el respaldar, que no estando soldado, se vence
en cuanto te recuestas, y si elijes la cola, entonces, pues tendrás
que arreglarte entre cinco, un rato uno recostado y otro sobre los
codos del asiento de adelante. Mientras, sube y baja, un poco por la
izquierda, un poco por la derecha, la ventolera con su cha, cha, cha
en las orejas, y la música entreverada con ella. Y los últimos que
llegaron, los que se montaron empezado el trayecto, mientras la
buseta hacía de coche escoba, esos en pie mientras nadie se baja.
¡Ay!, que me voy a
desmallar.
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