miércoles, 8 de enero de 2014
parecidos razonables
Los Andes no son Sierra Morena, como los Llanos del Orinoco no son la Depresión del Guadalquivir. Pero pasando del asombro de la escala y la distancia, la suerte del ser distinto y singular, constatado en el día a día, es inevitable que automáticamente se hagan comparaciones al más mínimo parecido, y si no es por su parecido, pues por su enorme diferencia. El caso es que no se puede evitar. Estando en Los Llanos nos gusta encontrar la proximidad en las expresiones de ambos terruños, cuando se hace evidente que la afición a tirar de tijeras con el lenguaje es algo tan propio, y se va "pallá" y "pacá" con la misma sencillez a un lado u otro (para venir a descubrir luego que un día se llamó Nueva Andalucía y fue poblado con la llegada de los españoles sobre todo por andaluces); del mismo modo ocurre con los calores propios del acá, y los calores extremos del verano del allá, aunque el matiz de la humedad nos haya pasado factura; o también, con la ausencia absoluta de relieves en ambos espacios horizontales, sin final, que hacen expandirse los cielos, y con ellos, los soles. Hasta en las alturas de los Andes hemos encontrado parecidos razonables, por ejemplo con la vegetación. En algún momento de nuestras caminatas, pareció que nos adentrábamos por el matorral mediterráneo de verdes y ocres secos: Lo mismo, al reencontrarnos con el allá, por una travesía montana, nos venga a la boca decir, lo andina que nos resulta Sierra Morena. Pudiera parecer que son claros síntomas de morriña, lo mismo incluso, a los suspicaces, pudiera parecer signo de chovinismo, pero optando por ser más benigno, algo de culpa, pienso, ha de tener la simpatía.
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