Decir ahora, cuando se quiere decir todo lo contrario, que ahora no, más bien luego, es un socorro que evita el disgusto del momento. Aunque todo sea cuestión de tiempo, porque el disgusto se produce por acumulación de ahoras. La costumbre hace que el ahora se vuelva una eterna postergación de la acción requerida: Ahora voy, ahora lo hago, ahora lo llevo, o por frecuente, simplemente ahora. Lo conozco bien, lo sospecho muy latino. Sin embargo, ahora, surge una nueva variante diminutiva, y que de no conocerla, puede llevarte a engaño. Se trata del ahorita. Si señor, el ahorita. El ahorita es un ya vamos, un casi ya, aunque todavía no lo sea. Te da mayores expectativas de progreso, si lo comparas con el ahora. Pero en realidad, muchas veces suele terminar en lo mismo. La diferencia teórica es de bastante más inmediatez, pero en realidad en la práctica no es más que un mayor grado de probabilidades de que el requerimiento se realice en algún momento. Es un matiz importante, y es prueba de un mayor grado de refinamiento en asuntos de postergación. Digamos, ¿una mayor sensibilización?...
Sin embargo, este asunto del ahora y el ahorita, no solo debe tener que ver con el factor tiempo. Y si se ahonda más en la raíz del problema, pueda tener que ver con la dificultad para decir no. Evitar llevar la contraria en una conversación, o en este caso, en algo tan corriente como en un acuerdo temporal. Detectar el ahora o el ahorita, una vez lo reconoces (y en mi caso debo decir que no me ha llevado tiempo, porque lo practico y lo he practicado, aunque reconozca mi debe en la enmienda), te ayuda a sobrellevar la falta ajena y no sentirte a la larga, obviado o ignorado. Peor de no reconocerlo es el sí expresado con aparente atención y disposición por un oyente, el creer comprendida, aprendida o asumida una cuestión, para darse cuenta de que entró por un oído para salir por el otro. Sí. Ese monosílabo tan parco y breve, y el pobre tan desfigurado, por tantas veces pronunciado, y tanto en vano. Mientras ese no, tan oculto, tan recóndito, tan pocas veces pronunciado, menos escuchado, no solo conserva su sentido, sino que por la fuerza que da la escasez, se ha vuelto para muchos de honesto, insultante.
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