Piedra fría y los bosques nublados
Veníamos de Mérida y nos bajamos en Barinas, y de allí habíamos quedado para ir hacia Socotó, una larga y recta carretera que transcurre en paralelo al el eje andino desde el llano, dejándo los Andes al Norte-Noroeste. Es por ello que se atraviesan en perpendicular todos los que serán grandes ríos que vierten al Orinoco, cuando todavía son pequeños, recién salidos del interior de las montañas. Son las playas de los llaneros, a los que les queda tan lejos el mar. Aprovechan los arenales que se quedan al aíre con la llegada del verano, para bañarse cada vez que pueden. Vamos, que es una típica excursión de fin de semana, la del baño y el sancocho. Por allí avanzamos en coche dirección a la Piedra Fría, también llamada Piedra del Indio, por la misma razón que la de Antequera española. Un lugar simbólico para los indios que habitaron estas tierras hace siglos, y hoy todavía un lugar misterioso. Íbamos en busca de los petroglifos. Grabados simbólicos con diferentes formas realizados en rocas seleccionadas por su localización y protagonismo en el paisaje. Círculos, espirales, formas antropomorfas y animales señaladas sobre la superficie plana de rocas graníticas. Muchas de ellas localizadas junto a los ríos, y en los mismos ríos, en rocas sobresalientes en medio de su cauce. Nos llevaban unos amigos que conocían bien el terreno y la ubicación de muchos de estos hitos.
Petroglifos
En un punto nos desviamos de la carretera para adentrarnos en el pie de monte, ya por camino de tierra, por subidas y bajadas, pequeñas quebradas, y algunas cancelas de fincas ganaderas. Al llegar a un punto, después de haber visitado una serie de petroglifos, el coche ya no pudo continuar, porque un río y un puente colgante lo impedían. Fue en un lugar próximo en la orilla del río donde acampamos (lugar por cierto no recomendado por ningún manual de superviviencia). Esa noche comenzó a llover, y ya no dejó de llover en todo el viaje. Esa mañana decidimos adentrarnos en el bosque, al otro lado del puente, en busca de otros petroglifos. La lluvia aquí moja como en todos sitios, y por continua moja tanto como la más persistente, pero como la temperatura y humedad es alta, no llega a producir una sensación de frío. Lo que no deja de ser incómodo, por sentir pegado el tejido y resbaladizo el terreno. Andamos y atravesamos riberas, nos descalzamos y seguimos, por cauces y vados, hasta que finalmente, aunque no dimos con petroglifos, sí encontramos unas pozas perfectas para bañarse.
Ribera en un bosque nublado
Continuará...
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