lunes, 25 de agosto de 2014

andando o en buseta

Ahora sí, entramos de lleno en la última etapa. Hemos regresado de un viaje por el Sur y el Oriente de Venezuela. Un segundo viaje que completa el primer viaje realizado en las navidades pasadas a Los Andes. Sin duda queda mucho país porque es muy grande y variado, pero hasta aquí alcanzó la ocasión. Nuestra estancia tenía otro objeto diferente a la visita turística, y más tiempo dedicado a ello habría desdibujado esa labor. Así que muy satisfechos por su justeza y el enorme asombro de cada noche, cada tarde, cada día empleado en el viaje.

Así es… Una mañana agarras de la mano izquierda la mochila apostada junto a la puerta, la balanceas sobre el hombro derecho, te la enfundas a la espalda, te la ciñes y sales hacia el camino. Detrás queda una puerta y una cancela cerrada. Es temprano, sobre las seis y media mientras avanzas por la orilla de la carretera hacia el pueblo atento a un carro que de la cola o al paso de un mototaxi que te lleve a la terminal. Aquí no hay planificación posible porque no hay horarios, no se compran los billetes con antelación, y lo accidental es algo probable. Por lo que no es inesperado que a falta de previsión, desde el momento en que una gandola se para para darte cola, pasas por todas las terminales donde tienes que tomar nueva línea sin hacer alto en una posada, el recorrido desde el inicio al destino ha llevado cuarenta y ocho horas. Llega uno aturdido y plácido a descansar y prepararse para lo que sigue.

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