domingo, 20 de abril de 2014

y si una tarde un sapo

Si estuviera sentado a la espera de alguien en un café. Y en ese lugar fuera a charlar durante un rato sin saber muy bien de qué, sin que tampoco importara. Y que la espera no significase que fueran a ser unos momentos geniales. Si mientras esperara sentado y cómodo en comparación con una espera de pie. Y mirar fuera ver pasar la gente y que esta fuera una forma de calma. Es probable que en ese momento no estaría pensando en como se seleccionan y cortan las plataneras a machete. Ni tampoco en el hecho de que, como todo, tiene una mejor forma de hacerse. No imaginaría que de hacerlo durante el rato que pudiera durar esa charla podrían salirme callos en las manos. Ni pensar siquiera que el trocear los restos de la platanera podría ser algo parecido a la calma de esa posible espera en el café. De ahí fuera me separaría una vidriera del café por la que estaría mirando cruzarse la gente en la calle, y en la mesa un servilletero y una cerveza fría, mientras en ese otro posible lugar, un vidrio roto de un botellín de cerveza entre la maleza afearía el momento de la poda a machetazos. Ese café podría encontrarse en una plaza al atardecer, enfrentado e iluminado por los últimos rayos de sol que perfilaran los tejados centenarios. Oculto del pleno sol por la copa de los árboles y cada vez más iluminado por la poda de los plátanos, ese mismo momento del sol haría sudar los últimos e imprecisos machetazos. Miraría a unos metros entre una alambrada que separaría un espacio abandonado junto a la parcela donde viviríamos, después de haberla liberado de las mil especies de enredaderas, después de haber echado los plataneros señalados como dañados o inútiles. Y observaría que todo se vería más despejado. Reconociendo que su menor espesura resultaría de noche desde la casa, mucho menos amenazante. Allá en la mesa se haría de noche con la quinta cerveza, y se verían pasar menos personas, y observaría que las mesas contiguas se habrían vaciado. 


Y como no tengo fotos de las plataneras, sin que nada tenga que ver, presento aquí el gran sapo del jardín de la casa. Uno más en la animalandia en la que se ha convertido la parcelita. Tiene el tamaño de un 45 de pie, aunque en la foto no haya referencia que lo atestigüe. Aparece por la noche y alguna vez por la tarde, y en alguna ocasión se ha visto perseguido por el chico, aunque sin saña.

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