Tuco, Pegos, Piscos, Palillos, Tica, Chic@, Sapo,... ¡joe!, hasta la pareja de murciélagos han mandado un fuerte abrazo a Jerry, al que le desean lo mejor en su nueva aventura. Se congregaron en la puerta de la casa a nuestra llegada y, cada uno en su idioma, lanzaron vítores al aire. Todos comparten la sensación de que dado su carácter, sus hechos y consecuciones, su nueva vida podría muy bien desempeñarse en algún lugar del mundo como médico asistencial o bombero salvavidas. Si le tocara otra vez de perro (lo cual no es ni mucho menos un paso atrás), seguro que terminaría en equipos de rescates o guía para ciegos. Así pues, suerte.
lunes, 21 de abril de 2014
domingo, 20 de abril de 2014
y si una tarde un sapo
Si estuviera
sentado a la espera de alguien en un café. Y en ese lugar fuera a
charlar durante un rato sin saber muy bien de qué, sin que tampoco
importara. Y que la espera no significase que fueran a ser unos
momentos geniales. Si mientras esperara sentado y cómodo en
comparación con una espera de pie. Y mirar fuera ver pasar la gente
y que esta fuera una forma de calma. Es probable que en ese momento
no estaría pensando en como se seleccionan y cortan las plataneras a
machete. Ni tampoco en el hecho de que, como todo, tiene una mejor
forma de hacerse. No imaginaría que de hacerlo durante el rato que
pudiera durar esa charla podrían salirme callos en las manos. Ni
pensar siquiera que el trocear los restos de la platanera podría ser
algo parecido a la calma de esa posible espera en el café. De ahí fuera me separaría una vidriera del café por la que estaría
mirando cruzarse la gente en la calle, y en la mesa un servilletero y
una cerveza fría, mientras en ese otro posible lugar, un vidrio roto
de un botellín de cerveza entre la maleza afearía el momento de la
poda a machetazos. Ese café podría encontrarse en una plaza al
atardecer, enfrentado e iluminado por los últimos rayos de sol que
perfilaran los tejados centenarios. Oculto del pleno sol por la copa
de los árboles y cada vez más iluminado por la poda de los
plátanos, ese mismo momento del sol haría sudar los últimos e
imprecisos machetazos. Miraría a unos metros entre una alambrada que
separaría un espacio abandonado junto a la parcela donde viviríamos,
después de haberla liberado de las mil especies de enredaderas,
después de haber echado los plataneros señalados como dañados o
inútiles. Y observaría que todo se vería más despejado.
Reconociendo que su menor espesura resultaría de noche desde la
casa, mucho menos amenazante. Allá en la mesa se haría de noche con
la quinta cerveza, y se verían pasar menos personas, y observaría
que las mesas contiguas se habrían vaciado.
Y como no tengo fotos de las plataneras, sin que nada tenga que ver, presento aquí el gran sapo del jardín de la casa. Uno más en la animalandia en la que se ha convertido la parcelita. Tiene el tamaño de un 45 de pie, aunque en la foto no haya referencia que lo atestigüe. Aparece por la noche y alguna vez por la tarde, y en alguna ocasión se ha visto perseguido por el chico, aunque sin saña.
viernes, 11 de abril de 2014
primera lluvia
Humedeció la tierra la primera lluvia tras meses, y como si fuera Otoño de un solo día, el cielo se veló de gris. Y claro, piano, la tarde se tendió sobre los llanos muy pronto y se prolongo hasta que se echo la noche. La lluvia aquí no refresca enciende la humedad que late en la tierra. Pero las sensaciones están formadas por otros lugares y en otras latitudes, así que a ojos extraños fácil es el engaño, ante un evento parecido sensaciones similares. Otoño.
zancudos versus jejenes
Andaba defendiendo la opción menos mala con demasiada gana e insistencia. Era lugar común, junto con la observación sobre el tiempo en temporada seca y sus ventajas con respecto a la época de lluvias, el asunto de la plaga de jejenes frente a la plaga de zancudos. Recostado sobre la silla, concluida la comida y bajo los efectos barbitúricos del buen comer, suelto por el mate, afirmaba, lo que comenzó como un tímido apunte, que el jején no era más que una mínima molestia comparado con el zancudo.
Durante el verano, es verdad que no había sentido nada más que mínimas molestias como agudos pinchazitos, y apenas podía ver unos minúsculos puntitos negros casi imperceptibles, que ni me molestaba en aplastar con mi mano. Pero todo eso fue hasta ayer.
Aunque no ha llovido, apenas un día. Y eso fue hace casi una semana. Ayer andaba por la tarde, en la cena, sintiendo esas "mínimas molestias" mientras volvía a reafirmarme en lo dicho en otras ocasiones. Nada, que eso de los jejenes no era nada comparado con la plaga de zancudos. Y me volvían a decir, que eran insoportables y mucho peores que los zancudos a los que ni se les presta atención. Pero agarrado al argumento incontestable de índole sanitaria, el que escribe, se reafirmaba. Y así ha sido hasta hoy.
Aquellas molestias mínimas que, hay que reconocer, sumaron tantas mínimas molestias que bien podrían sumarse para resultar un coñazo... Aquellas molestias mínimas hoy han amanecido convertidas en ronchitas rojas que han permitido sumarlas por decenas hasta poder contar una centena. Por cierto, que los jejenes son de izquierdas (desconozco la razón pero el 90% de picaduras cayeron del brazo izquierdo). La conclusión es que entre lo malo no hay que decantarse por lo menos malo, lo mejor es perseverar en una solución, en este caso, volver sobre las mangas largas.
Al final si se observa de cerca el careto de un jején, no difiere mucho del de un zancudo. En lo de feos van de la mano.
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